26 de abril de 2015

Vete (PdA, parte XII)

El movimiento fue rápido. Se colocó de espaldas al tipo y abrazó a la joven para cubrirla. El lobo disparó.
Sonó un ruido metálico y, a continuación, aire que se escapaba de su recipiente. Se giró sin perder un segundo y en esta ocasión disparó él su escopeta, directo a la cabeza, que reventó en mil asquerosos y rojizos pedazos.
Corrieron como nunca antes lo habían hecho, él la seguía. Miró su regulador. Se estaba quedando sin aire. Esperaba que no quedara muy lejos el búnker de la muchacha.
Oyó carcajadas a su espalda. Muchas carcajadas y de distintos tonos y en distintas posiciones. Les seguían.
No perdía la vista de la espalda de la muchacha, a escasos centímetros por delante de él, mientras oía cómo proyectiles pasaban al lado de ellos. Por una vez, agradeció la poca visibilidad de la calima.
Le dolía la espalda, pero no paraba, deseando que la muchacha le dijera que su destino estaba próximo… Era cuestión de tiempo que una bala, por mera fortuna, diera en su objetivo.
Intentó respirar, en vano. Botella de aire agotada. “Por favor, que esté cerca…”.
De repente, cayó al suelo. La chica oyó la caída y se detuvo para ir a su lado.
Intentó incorporarse. No podía. De repente, notó algo caliente resbalando por su estómago…
Rio.
Todo tenía sentido ahora. Era en este momento cuando entendía por qué la viga no había soportado su peso, por qué no había muerto en aquella casucha cuando quiso reunirse con su otra mitad en otra vida, otro mundo, mejor que aquél que quería abandonar y, al fin, su deseo se cumplía. “Sí, cielo, ya voy, estoy de camino”.

-¡Vete!-le dijo a la chica, que se detuvo en seco.

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