Creyó
ver algo en mitad del polvo en suspensión, un movimiento.
De
repente, como si una luz hubiera apartado a un lado la maldita arena que
engullía todo, la vio.
Dijo
su nombre. Su cara, ¡era su cara! ¡Era ella! Corrió escaleras abajo sin pensar,
sin razonar, abrió la puerta de la casa y la buscó en mitad de la densa calima.
Debía estar cerca, tenía que estar cerca…
Vio
algo moverse de refilón, estiró el brazo a tientas y tiró del repentino bulto
que encontró en mitad de la nada. A rastras, condujo a quienquiera que
realmente fuese aquella persona al interior del caserón, cerrando la puerta
tras ellos.
Quedó
mirando por la ventana. Era imposible ver nada. Por si acaso, corrió las roídas
cortinas (como si fuera a servir de algo en caso de que sus perseguidores
decidieran inspeccionar las viviendas) y vio a la persona a la que había metido
en su refugio, preguntándose ahora qué tipo de impulso se había adueñado de él
para haber llevado a cabo semejante locura.
Era
una chica joven, estaba muy, pero que muy delgada. No era ella, no era el amor
de su vida. ¿Qué demonios le había pasado?
Ella
le miraba, entre asustada y sorprendida. Pensó en el aspecto que debía llevar:
ropa sucia, cara oculta tras el respirador y las gafas.
Llevaba
tiempo sin hacer el esfuerzo de respirar el aire cargado de polvo pero, para
ganarse su confianza, decidió retirar el equipo de respiración de su rostro,
junto con sus gafas de buceo.
Cuando
quedó su rostro al descubierto, llevó un dedo a sus labios, pidiéndole
silencio. Ella asintió. Comenzó a acercarse.
La
condujo, sin saber muy bien por qué, escaleras arriba, y le dio agua y algo de
comida.
¿Quien es ella? Sigue con la historia, tengo que saber cómo continúa! :)
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarElla... Bueno, es importante jaja.
Ya falta poco para llegar al final de la historia tal y como la tengo. Pero de aquí quiero (y pretendo) sacar más jaja.
¡Gracias por leer y comentar!