El cuarto de baño comenzó a ser devorado por una densa bruma negra
que se propagaba desde el suelo y escalaba viscosamente hacia el techo,
enfriándolo todo a medida que avanzaba. Sentí pavor. No transmitía buen rollo
para nada.
La Muerte, ajena a mi temor, seguía parloteando:
-¿Te has parado a pensar en la de siglos que tu especie lleva
considerándome un ente femenino?-giró la guadaña y una blanca puerta apareció
en mitad de la crepitante oscuridad en la que se había convertido el baño-. ¡¿Nadie
se ha parado a pensar en que puedo ser un tío o qué?!
Llamó a la puerta con su esquelética mano. Con un quejido, ésta se
abrió, dejando ver un pasillo con una luz al fondo.
Quise preguntarle que si ése era el famoso túnel, pero seguía sin
poder articular palabra.
-¿A qué esperas? ¡Pasa! ¡Como si estuvieras en casa!-me empujó
hacia dentro, pasando detrás de mí.
Al cerrarse la puerta no había más luz en aquel pasillo que la que
se vislumbraba allá al fondo. No sentía la presencia de mi compañera (o
compañero) la Muerte por ningún lado. Me sentía solo.
Una sensación de absoluta tristeza me atacó. ¿Qué era todo esto?
Sin saber muy bien el porqué, caminé hacia aquella luz. Cada paso
que daba me costaba más, sentía como si a cada zancada me pusieran plomo en los
pies.
Miré al frente. La luz parecía menos lejana, pero lejos aún.
Tropecé.
El sentimiento de tristeza crecía en desmedida. Me acurruqué, sin
poder articular sonido, abrazándome las rodillas en el suelo.
Sonidos secos de pasos en el suelo llegaron a mis oídos; se
pararon. A continuación, una mano me asió del hombro y me arrastró por el
suelo.
Había pasado una eternidad cuando noté algodón bajo mi cuerpo.
La sensación de tristeza había desaparecido igual que llegó, de
golpe. Me incorporé.
A mi alrededor la oscuridad se había convertido en el cielo más
azul que jamás había visto y el suelo era suave al tacto… Suave y blanco como
el algodón.
-¡Ya era hora!-la voz de la muerte sonó a mi espalda-. ¿Qué, de
turismo por el Túnel o qué? Ten cuidado, no es una zona agradable para pasar
mucho rato. Puedes convertirte en un alma en pena. O peor, un zombi. Es broma,
las almas en pena no existen. Pero sí los fantasmas. Son cosas distintas. ¡Vaya
que si lo son! No puede existir un alma en pena si, cuando mueres, te quedas
sin alma, ¿no?
Curioso. Nunca me había parado a pensar que se dice LA muerte, pero se le representa como un ser masculino.
ResponderEliminarEstoy impaciente por el capitulo 3!
¡Hola! ¡Gracias por leer y comentar!
ResponderEliminarMe alegra que te siga gustando esta historia :) Y a mí me parece un tanto curioso también el tema de que se le nombre en femenino pero sea un ente masculino jaja.
¡Saludos!