12 de abril de 2015

Caminante (PdA, parte X)

La muchacha no tenía ningún tipo de contención contra el polvo, lo cual le resultaba muy extraño. La pobre chica comió y bebió rápidamente, como si fueran a arrebatarle la comida en cualquier momento.
-Despacio-le dijo. Era la primera vez que hablaba con alguien en mucho tiempo. Sintió la arena colarse por su boca y el sabor de la tierra al abrirla-, despacio, o te sentará mal.
-¿Quién eres?-su voz sonaba como una lija, producto de respirar polvo. No pudo evitar toser al hablar.
-Déjalo en un simple caminante.
De repente, el semblante de la joven cambió, como si de repente hubiera recordado algo.
-¡Oh! Yo… ¡Por favor, tiene que ayudarme!-se levantó, dejando la botella de agua y la lata de comida en el suelo-. Por favor… ¡Debo volver! ¡Ellos me obligaron a huir! ¡No queda lejos, puede venir conmigo!
El hombre frunció el ceño. Comprobó apartando un poco la cortina de la ventana de la estancia en la que se encontraban que no hubiera ningún movimiento en el exterior y le preguntó:
-¿Volver a qué sitio? Todo está muerto en nuevo mundo.
Ella le miró, como a punto de contarle el mayor secreto del mundo. Y vaya si lo era.
La chica le habló de una extraña historia acerca de un búnker donde se realizaban extraños experimentos de los que, por mucho que la joven muchacha lo intentara, el hombre no entendía ni la cuarta parte de lo que le contaba acerca de ellos.
-¡Fuimos nosotros!-bramó, de repente, como si necesitara confesar su enorme crimen-. Nosotros hicimos… Esto. Todo esto es culpa nuestra. No sabíamos que jugábamos con fuego…

-¿Qué?-el hombre se disponía a seguir preguntándole acerca de aquello a lo que se refería, cuando oyeron que la puerta en el piso de abajo se abría a la fuerza. Se llevó un dedo a los labios, pidiéndole una vez más silencio, y le indicó que se escondiera tras la puerta.

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